Durante la temporada de otoño, los domingos en Lima se vuelven eternos y reflexivos. Al igual que muchos peruanos, apenas pude dormir un par de horas y el frío clásico de esta estación junto al cielo gris de la ciudad me impedían comenzar el día. Sin embargo, no era un domingo de otoño cualquiera, ese día se llevaría a cabo la segunda vuelta presidencial y como peruana responsable me levanté con la idea de ir a votar temprano y con mil cosas pensadas para ese día. Me lavé la cara, los dientes, me arregle y me puse ropa cómoda.
Con el DNI en un bolsillo, un lapicero en el otro, doble mascarilla, el protector facial, sin tomar desayuno y con la advertencia de mi familia que no fuera tan temprano por el temor de que me pidan quedarme en reemplazo de algún miembro de mesa, salí de casa con el voto seguro y sí, tuve la dicha de llegar a las 7:45 a.m. y mi mesa de votación aún no aperturaba.
La señorita de la ONPE me trató de convencer para quedarme como miembro de mesa y lo primero que pensé fue en el desayuno electoral que me perdería. Muy lejano a todo lo que iba a ganar, sin duda. Sin mucho esfuerzo accedí a quedarme y no voy a tratar de describir lo bien que se sintió recibir los aplausos y buenos comentarios de las otras personas que también esperaban por cumplir con su deber cívico. “Vales un Perú”, me dijo un señor. ¿Cuánto vale un Perú? ¿Tiempo? ¿Convicción? ¿O sólo los 120 soles?
Me explicaron las cosas que tenía que hacer y las funciones de los otros miembros; la presidenta que se encarga de básicamente todo; entre recibir el material electoral y asegurarse de dar las cédulas a los votantes, la secretaria que es la mano derecha de la presidenta; registra y ubica a las personas que emiten su voto, y yo, tercer miembro; quien cuida la urna electoral y se encarga de pegar el holograma al reverso del DNI. Sí, el sticker plomo que indica cada sufragio. Un dato curioso sobre los hologramas que me dijo la señorita de ONPE y creo que jamás se me va a olvidar; “cuídalos con tu vida que si se te pierde uno tenemos que hacer un reporte policial”. Jamás pensé que fueran tan importantes.
Foto: internet.
Luego de unos cuantos votantes, le agarré la maña, como se dice coloquialmente. Más tarde conocí a los personeros de cada partido, eran una féminas de lo más peculiares y despampanantes. Por un momento pensé que sería un campo de batalla porque fue algo inevitable no escuchar y repetir la pregunta; “¿por quién votaste?”, pero me equivoqué, todo lo contrario fue un debate muy ameno entre todas donde pude conocer más opiniones sensatas que los comentaristas o analistas políticos que tanto circularon esta última semana por los medios televisivos. Claro, el debate duró hasta que una de las personeras mencionó que no se podía hablar de política durante las elecciones. ¿De qué más podría hablar cuando toda la atención estaba ahí? Así que empezamos a conocernos, al fin.
Para ser honesta, cada hora se sintió como un día de vida, en Marte. No fue cansado, fue aburrido. Esa es la palabra; aburrimiento. Así que la presidenta decidió poner música y el ambiente cambió totalmente, incluso los votantes que llegaban se animaban y salían bailando con una rica salsa o cantando una clásica de las cumbias. La presidenta de mi mesa nos sacó muchas sonrisas con sus gustos musicales. De hecho, tengo la ligera sospecha de que el algoritmo de Spotify se vuelve loco cuando trata de recomendarle música nueva. Hasta BTS estaba en esa lista.
Foto: Clases de periodismo.
Cotorreando, riendo, comiendo y compartiendo logramos pasar las horas, en especial a la hora del almuerzo cuando todas pedíamos ceviche, chancho al palo, pachamanca o arroz con pollo a la señorita de la ONPE y al final nos trajeron un almuerzo hecho pensado en prisioneros; dos latas de atún, dos botellas de agua, dos galletas integrales, dos galletas de soda, dos barras de cereal y un tenedor. Yo hubiera cambiado las galletas por chocolates o un cafecito que se me congelaba el rabo en ese salón. Los del JNE sólo se reían y venían a vigilarnos de tanto en tanto.
Al final, a las 7 p.m. se cerró mi mesa y empezó lo divertido; el conteo de votos. Aunque antes pasó todo un relleno de papeles importantísimos, según la ONPE y era imposible de que se entregaran con borrón alguno. Por ahí escuche como se peleaban con los miembros de mesa porque cometieron un error y casi anulan todos los votos de esa mesa.
Cada vez que salía del salón, a pesar del frío, podía ver a los militares y a los policías caminar de un lado a otro revisando de que todo se hiciera como debía ser. Aunque, realmente, yo sentí que vigilaban a los personeros. No los culpo, yo también sentía cierta desconfianza, no solo de ellos, sino de todos. Así que me mantuve cerca de la urna y de los hologramas.
En ese momento me di cuenta de la tremenda chamba que tenían los de la ONPE. Mucha gente corriendo de un lado a otro con sus celulares en mano. Mucha gente poniendo todo de sí para el bien común, siendo honestas, respetando los procesos y defendiendo la transparencia. Somos muy injustos con los trabajadores de entidades públicas y criticamos mucho sin darnos cuenta de todo el trabajo de gente honesta que en estas fechas tienen que lidiar no sólo con el estrés electoral, sino también con la irresponsabilidad de las personas que no ponen de su parte, pero que sí piden desmesuradamente al gobierno. La ignorancia es peligrosa e injusta.
Por favor, para las próximas elecciones seamos más responsables y velemos por una democracia segura y transparente. Democracia no sólo es ir a votar.
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