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Writer's pictureAngie García

Gamarra: Un emporio construido por la esclavitud de sus trabajadores

María Elena Chávez, de 52 años, es una trabajadora del sector informal, es decir, no tiene contrato ni beneficios, por lo que se levanta a las 5 a. m. para poder ir a trabajar en distintas partes de Lima; a veces en el Emporio Comercial de Gamarra, otras veces en el distrito de Santa Anita. Ella se dedica a la limpieza de prendas en talleres que dirigen toda su producción al Emporio Comercial de ropa más grande de Latinoamérica.


“Yo trabajé por mucho tiempo para una empresa de ropa e hice de todo; a veces cocía, a veces limpiaba las prendas, y el pago siempre seguía siendo el mismo: 20 céntimos por prenda. Antes de la pandemia, como éramos informales no teníamos horario de entrada, te pagaban por lo que avanzabas y así te tenían casi 12 horas en los talleres”, comenta María Elena.


Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), en Lima Metropolitana, más de la mitad de los trabajadores se encuentra en la informalidad (58.2%), sin pensión, ni seguro o leyes que los protejan de la explotación.


Foto: internet.


“Uno como padre de familia no quiere estar fuera de casa 12 horas, ni llegar cansada y estresada por el ambiente laboral o las deudas. Tú quieres un seguro para tus hijos, quieres formar parte de su infancia, pero lastimosamente no puedes porque tienes que comer y a las empresas no les conviene ponerte en planilla, así que entre morir de hambre o ser informal, voy a preferir trabajar como mula”, cuenta la señora María, madre de dos hijas.


En Gamarra siempre escuchas historias similares sin la necesidad de pasar por una pandemia, parece ser que el Emporio está en una constante crisis, ya sea por los ambulantes, la informalidad, la inseguridad, la venta de cupos, las mafias o la poca producción y venta de prendas de vestir.


El último informe de INEI lo confirma, en el 2017, antes de la pandemia, Gamarra registró la baja de 433 empresas, en su mayoría dedicadas al comercio minorista con 35.8%, pero sin dejar atrás al comercio mayorista con 27.5% y las industrias manufactureras con 25.6%.


Aunque sin ir muy lejos, en otro informe de la misma institución, en el 2020, el primer año del Covid-19, la tasa de producción de prendas de vestir, a excepción de las prendas de piel, bajaron casi la cuarta parte de su producción y en otros casos, más de la mitad en el sector formal. Es decir, pasaron de producir 62 millones de polos a 40 millones, de 279 mil abrigos a 64 mil y así la lista podría seguir.


Según declaraciones de Susana Saldaña, presidenta de la Asociación Gamarra Perú, en una entrevista a RPP, la baja producción se debe a la poca demanda afectada por la informalidad en el Emporio, ya que “la informalidad es la principal fuente de competencia desleal para los empresarios de Gamarra”, sostuvo.


Por otro lado, Saldaña también empatiza con los ambulantes que vuelven a tomar las calles de La Victoria y pide que no se les persiga con palos. “A las personas se les da formas, se les da incentivos a la formalidad. No se agarra y se persigue a la gente porque es gente que lo ha perdido todo. No por su culpa, sino porque les llegó una pandemia y nadie les dio la oportunidad”, manifestó.


Foto: Sudaca.


Por su parte, el Estado peruano, a través de Roberto Sánchez, ministro de Comercio Exterior y Turismo, en una conferencia de prensa, organizada en febrero del 2022 por gremios representativos del Emporio Comercial de Gamarra, anunció que “el gobierno del presidente Pedro Castillo plantea una fuerte intervención multisectorial y en diversos niveles para su recuperación. Estas abarcan desde el apalancamiento financiero, reestructurar y ampliar el programa de Compras Mi Perú, la modernización tecnológica a través de incentivos a la importación de bienes de capital para el sector y la captación de inversiones que potencien la industria nacional, así como la promoción de las exportaciones”.


En dicho evento de prensa, donde participó el ministro de Producción, Jorge Luis Prado, el tema de la informalidad y de programas que faciliten las oportunidades para estas personas, no se tocó.


Trabajadores ahora informales, como la señora María Elena, no siempre estuvieron bajo las sombra de la ley. Ella trabajó, antes de ser informal, como vendedora y recibía el sueldo mínimo de S/ 930 con los que pagaba comida, servicios básicos, educación, medicina, entre otros gastos fijos.


“Trabajé como vendedora en una tienda de Gamarra de 8 a.m. a 10 p.m., aunque en mi contrato sólo decía 8h, pero te lo cargan como horas extra que al final te pagan después de meses o a lo mejor ni te pagan y si pedías un aumento o que cumplan con el contrato, ellos te hostigaban tanto que muchas de mis compañeras renunciaron y yo también, opté por volverme informal de nuevo”, relata María Elena.


Foto: Gestión.


En un artículo para el diario digital “La Ley”, el abogado por la UNSAAC y egresado de la Maestría en Gestión Pública de la Universidad del Pacífico, Eduardo Gamarra Astete, explica que el trabajador es el lado más débil de la relación laboral y es necesario que se emitan normativas que establezcan un mínimo de condiciones que salvaguarden su dignidad.


En ese sentido se puede poner en evidencia los factores que, además de la pandemia, obliga a trabajadores formales pasar a la informalidad; la jornada y horario de trabajo, la seguridad y salud en el lugar laboral, la igualdad salarial, el hostigamiento sexual, entre otros, escapan muchas veces del interés del empleador y una vez en la informalidad, la explotación continúa dando origen a un problema que afecta la economía peruana.


¿Pero qué se debe esperar? no hay un mesías que llegue con soluciones económicas, en su lugar tenemos medidas violentas incentivadas por la Municipalidad de Lima y de un silencioso Jorge Muñoz que no tiene miedo de catalogarlo como una misión exitosa mandar cuanto fiscalizador pueda a ser la representación de las barreras que hay entre el mundo formal e informal.


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